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En política, nada es casualidad y menos cuando se trata de un presidente que sabe jugar con los tiempos. Gustavo Petro, a quien algunos dan por debilitado, acaba de abrir un nuevo capítulo de recomposición ministerial que huele más a estrategia que a improvisación. Con un Congreso resquebrajado, una coalición que nunca terminó de cuajar y la mirada fija en un horizonte de reelección aún incierto, el mandatario se lanza a su último año de gobierno sacudiendo las fichas de su gabinete.
La salida de Julián Molina: un mensaje con destinatario
El episodio con Julián Molina, exministro de las TIC, no fue solo un ajuste administrativo. Fue un portazo. Un recordatorio de que en la Casa de Nariño la disciplina de partido se paga cara. La U, que ya venía jugando en dos aguas, se la jugó en el Senado por Carlos Camargo en la Corte Constitucional, desoyendo el llamado de Petro a respaldar a Patricia Balanta, su candidata. La respuesta fue inmediata: Angie Rodríguez, directora del Dapre, pidió la renuncia y el presidente la aceptó apenas regresó de su gira con Lula en Brasil.
En lenguaje político: “el que no está conmigo, está contra mí”. Y el primero en sentir el rigor fue Molina. El mensaje ya está dado para lo que viene.
Los próximos en la fila
Pero la novela no se detiene en el Ministerio TIC. En el radar aparecen nombres que, de caer, moverían aún más las placas tectónicas de la coalición. Antonio Sanguino, ministro de Trabajo con cercanía a la Alianza Verde, y Diana Marcela Morales, ministra de Industria y Comercio con simpatías liberales, están en la cuerda floja. Aguantan por ahora, pero la Casa de Nariño ya los ve como fichas negociables en el ajedrez del último año.
La recomposición apunta a un gabinete más alineado con el corazón del petrismo. Menos cuotas políticas tradicionales y más figuras que, según el cálculo del presidente, le permitan terminar su mandato con una narrativa de coherencia y, al mismo tiempo, sembrar la idea de continuidad para 2026.
El fantasma de la reelección
Aunque Petro ha sido ambiguo sobre el tema, su círculo más cercano sabe que el proyecto de una eventual reelección —o de una “continuidad por la vía de otro”— está sobre la mesa. En privado se habla de construir un relato de gobierno inacabado que necesita una segunda oportunidad.
El problema es que, hasta ahora, la gestión no ha logrado un consenso suficiente ni en opinión pública ni en Congreso. Los números de aprobación son bajos y las reformas estructurales, como la laboral y la de salud, han quedado a medias o desdibujadas. El presidente apuesta a que este último año, con ministros leales y mensajes claros, logre consolidar avances que sirvan de argumento para pedir tiempo extra.
La U, los liberales y los verdes: entre la distancia y la negociación
Lo cierto es que la relación con los partidos tradicionales está en punto muerto. La U se siente castigada, los liberales juegan al toma y dame, y los verdes siguen en la eterna ambigüedad. Petro lo sabe y por eso el reacomodo ministerial busca enviar un doble mensaje: firmeza frente a quienes se le atraviesan, pero también disposición a negociar con quienes estén dispuestos a entrar al barco en este último tramo.
En el Congreso, mientras tanto, varios congresistas hacen fila para acercarse al jefe de Estado. Algunos ya no piensan en Petro, sino en el 2026, y buscan garantías de que sus nombres no quedarán por fuera de la repartición de poder que se avecina.
Lula como espejo
La visita reciente de Petro a Brasil no es menor. Lula da Silva, pese a sus dificultades, ha logrado mantener una coalición amplia que le permite sobrevivir políticamente. Petro mira ese modelo con cierta nostalgia y se pregunta si aún está a tiempo de replicarlo. La diferencia es que en Colombia los partidos tradicionales no son confiables ni siquiera para ellos mismos. La recomposición de gabinete es, en ese sentido, el laboratorio de su estrategia: menos cuotas partidistas, más lealtad ideológica.
El ajedrez del último año
En los pasillos de Palacio se habla de que este último año será el más político de todos. No tanto en reformas —que ya no tienen ambiente legislativo—, sino en mensajes y símbolos. Petro necesita terminar con narrativa. Y esa narrativa pasa por mostrar un gabinete “puro”, por marcar distancia de quienes lo han traicionado y por dejar instaladas las banderas de su movimiento.
Las apuestas no son pocas:
Consolidar la transición energética como su legado.
Mostrar avances en reducción de desigualdad con programas sociales.
Recuperar algo de gobernabilidad en las regiones con nuevos aliados.
Mantener viva la posibilidad de continuidad en 2026, ya sea con él o con alguien de su círculo cercano.
Confidenciales de pasillo
Se comenta que en la lista de posibles ministros hay exalcaldes bogotanos y hasta uno que otro excongresista curtido en debates de control político.
Se rumora que Petro quiere una mujer fuerte en la cartera de Comercio, capaz de darle otro aire a las relaciones con empresarios.
Se dice que en Palacio hay preocupación por el bajo rendimiento de algunos ministros jóvenes, pero la orden es blindarlos porque representan el ADN del proyecto.
Y se susurra que en las reuniones de estrategia ya se habla abiertamente de “cómo empatar este gobierno con el próximo”.
La mosca en la sopa
En conclusión, Petro no está en modo despedida. Está en modo campaña, aunque no lo diga. Cada movimiento ministerial no solo busca cerrar su gobierno con cierta coherencia, sino también preparar el terreno para lo que vendrá. El problema es que, en política, los platos nunca llegan a la mesa como se cocinan en la cocina. Y a veces, cuando se sirven, aparece la inevitable mosca en la sopa: un Congreso ingobernable, unos partidos impredecibles y un electorado cansado de promesas incumplidas.
El tiempo dirá si el ajedrez de Palacio es la jugada maestra de un presidente que quiere dejar huella o el último intento de recomponer un tablero que ya otros están moviendo.
Confidencial Al Oído
En los pasillos del Capitolio corre un murmullo que incomoda al propio Pacto Histórico: no todos los votos que se esperaban para Patricia Balanta, la candidata de Petro a la Corte Constitucional, llegaron donde debían. El resultado fue claro: Carlos Camargo, impulsado por la U, se llevó la silla, y el petrismo quedó con un sabor amargo.
Lo que pocos cuentan es que en el Palacio de Nariño ya se abrió una especie de “investigación política” para descifrar quiénes, desde adentro del Pacto, terminaron dándole la espalda a la directriz presidencial. Se revisan listas, se comparan compromisos, se cruzan conversaciones de pasillo.
El temor es evidente: que entre los propios aliados haya quienes jugaron a dos bandas. Si eso se confirma, dicen en voz baja asesores cercanos al presidente, el trato será el mismo que para la oposición. En otras palabras: quien traiciona, paga.
La advertencia ya circula entre congresistas: “la lealtad no es negociable”. Y si bien nadie quiere aparecer en la lista negra del petrismo, los rumores señalan que dos o tres legisladores del propio movimiento prefirieron apostar por Camargo, midiendo fuerzas para el futuro.
Epílogo: Los nombres en el partidor ministerial
En política, los silencios hablan. Y en este momento, los corredores de Palacio y el Congreso hierven con listas de posibles relevos para el remezón ministerial que Petro prepara. Nadie lo dice oficialmente, pero todos saben que los teléfonos suenan, las hojas de vida circulan y las llamadas desde Casa de Nariño empiezan a tantear escenarios.
Ministerio TIC: El relevo de Julián Molina podría estar entre dos perfiles: Sandra Urrutia, quien ya pasó por el cargo en el primer tramo del gobierno, y un asesor de confianza de la línea digital de la Colombia Humana, elogiado por su cercanía a Gustavo Bolívar y la bancada alternativa. El guiño es hacia alguien “de confianza pura”, sin compromisos con partidos tradicionales.
Ministerio de Trabajo: Se comenta que Petro quiere pasar la cartera a un rostro sindical. El nombre más repetido es Francisco Maltés, expresidente de la CUT, aunque también suena Diógenes Orjuela, curtido dirigente laboral. La apuesta: mostrar que el gobierno aún escucha a las bases sociales.
Ministerio de Comercio, Industria y Turismo: Desde sectores empresariales se empuja a Luis Jorge Garay, economista de línea crítica pero con trayectoria técnica. Petro estaría dividido entre un gesto político y una cara más académica.
Ministerio de Minas y Energía: Aunque Irene Vélez salió hace meses, sigue en debate quién puede darle un verdadero giro a la transición energética. En la baraja figuran Carlos Andrés Santiago, ambientalista del Caribe, y Alexander López, expresidente del Senado, muy cercano al círculo presidencial.
Ministerio del Interior: Aquí la especulación es de alto voltaje. Se habla de que Petro quiere a alguien con capacidad de controlar el Congreso en su último año. El nombre de Alfonso Prada ha regresado en más de una conversación, aunque también aparece el de María José Pizarro, para consolidar la línea política dura del Pacto.
En resumen, el remezón no será solo un ajuste técnico: será un mensaje político. Cada nombre que suene y cada ministro que llegue serán fichas para el ajedrez de 2026. Porque en Palacio ya entendieron que el poder no se entrega: se administra, se hereda o se prolonga.
En conclusión, Petro no solo reacomoda su gabinete: también empieza a depurar su coalición. Y en ese proceso, el precio de la desobediencia puede ser tan alto como el de estar en la oposición declarada.