
Redacción Mundo Político
La gestión de Laura Sarabia al frente de la Cancillería colombiana llegó a su fin tras seis meses marcados por controversias, particularmente la crisis institucional desatada por el nuevo modelo para la expedición de pasaportes. Su salida se formalizó este lunes, luego de presentar su carta de renuncia al presidente Gustavo Petro, con quien sostuvo una última reunión para abordar temas pendientes de la agenda internacional, especialmente los avances bilaterales con Estados Unidos.
Rosa Villavicencio, actual viceministra y diplomática de carrera, fue designada como encargada de la Cancillería, mientras se define si asumirá en propiedad la jefatura del Ministerio de Relaciones Exteriores. Villavicencio ya había reemplazado en mayo al exviceministro Daniel Ávila, lo que le da continuidad a una línea técnica en medio de un entorno político inestable.
Sarabia, figura clave del primer anillo de confianza del presidente Petro desde el inicio del mandato, se va del Ejecutivo tras tres años de ejercicio público, en los que pasó por la jefatura de gabinete, la Dirección del Departamento Administrativo de la Presidencia y finalmente la Cancillería. Su salida ocurre en medio de la disputa interna con el actual jefe de gabinete, Alfredo Saade, quien la acusó de querer extender el polémico contrato con Thomas Greg & Sons para la producción de pasaportes. Sarabia, por su parte, argumentó que la Imprenta Nacional no estaba preparada para asumir dicha tarea sin poner en riesgo el servicio consular.
La renuncia de Sarabia genera un reacomodo en el equipo diplomático del Gobierno, justo cuando Colombia enfrenta una delicada agenda internacional con múltiples frentes: el proceso de integración regional, las relaciones con Venezuela, los compromisos climáticos y el liderazgo en temas de paz. Aunque el presidente no ha hecho declaraciones directas sobre la renuncia, desde la Casa de Nariño se ha insistido en que el relevo garantiza continuidad institucional.
Para analistas del sector diplomático, la salida de Sarabia representa tanto el cierre de un ciclo de confianza personal como el inicio de una etapa en la que el Gobierno deberá reforzar el profesionalismo y la estabilidad técnica en el manejo de la política exterior. En ese contexto, el rol de Villavicencio será determinante para reconstruir confianzas internas y externas, especialmente en el cuerpo diplomático tradicional, que ha criticado la politización de la Cancillería en los últimos meses.