
Redacción POLITICA GLOBAL
BOGOTÁ — En una apuesta diplomática audaz que podría redefinir el papel de América Latina en el debate sobre Medio Oriente, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, acogió esta semana en Bogotá la primera cumbre internacional del llamado Grupo de La Haya, una coalición emergente de países del Sur Global que busca presionar a Israel por sus operaciones militares en Gaza.
Durante dos días, representantes de más de treinta países —incluidos España, Sudáfrica y Malasia— se dieron cita en la capital colombiana, junto a la relatora de la ONU Francesca Albanese, para exigir una respuesta internacional más firme frente al conflicto palestino-israelí. El grupo, creado en enero de 2025, propuso medidas concretas: suspender exportaciones militares a Israel, revisar contratos públicos vinculados a la industria bélica y adherirse a la reciente resolución de la Corte Internacional de Justicia que declara ilegal la ocupación en Gaza.
Un nuevo bloque moral… ¿sin fuerza geopolítica?
La cumbre marca un momento simbólico de alto perfil para Petro, cuya política exterior ha buscado alejarse de la dependencia tradicional con Estados Unidos y diversificar alianzas hacia Asia y Medio Oriente. Desde su ruptura diplomática con Israel en 2024, Colombia ha navegado una etapa de fricción internacional que incluye cambios frecuentes en la Cancillería y tensiones abiertas con Washington.
Francesca Albanese, sancionada por EE. UU. tras calificar la ofensiva israelí como genocidio, elogió al grupo como “un nuevo centro moral de la política global”, aunque analistas advierten que su influencia práctica es limitada. “La capacidad de disuasión de este grupo frente a un conflicto respaldado por potencias como Estados Unidos es marginal”, explicó Sandra Borda, politóloga de la Universidad de los Andes.
Petro y el rediseño de su tablero internacional

Desde 2022, Petro ha impulsado un giro persistente en la política exterior colombiana, promoviendo acuerdos con China, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, y tomando distancia de la diplomacia tradicional pro estadounidense. Tras la reactivación de la relación entre Israel y EE. UU. bajo la administración de Trump, este giro parece más ideológico que pragmático.
Los críticos argumentan que la cumbre representa más una plataforma personal que una estrategia de Estado. “Petro busca posicionarse como referente global de la izquierda latinoamericana”, sugiere Sergio Guzmán, director de Colombia Risk Analysis. “Pero sin una política exterior estable ni aliados fuertes, el impacto puede ser efímero”.
Con elecciones programadas para 2026, la continuidad de este enfoque está en duda. Algunos sectores políticos ya plantean restablecer relaciones con Israel y moderar el tono hacia Washington.
Un mensaje desde Bogotá
Aun así, la cumbre envió un mensaje contundente: en una región marcada por las tensiones diplomáticas y la polarización global, Colombia intenta redefinir su rol internacional a través de la denuncia y la ruptura. En palabras de Petro —publicadas en The Guardian— “no basta con pedir paz: hay que actuar para detener la destrucción”.
Con pocas certezas sobre el futuro, lo que queda claro es que Bogotá se ha convertido, al menos por unos días, en el epicentro del Sur Global dispuesto a desafiar los consensos.