
Por Redacción Internacional
TEL AVIV — Decenas de miles de israelíes, entre ellos soldados en retiro y familiares de rehenes, llenaron las calles el sábado por la noche para exigir el fin inmediato de la guerra en Gaza. La protesta, una de las más multitudinarias desde que comenzó el conflicto, desafía el plan del primer ministro Benjamin Netanyahu de ocupar militarmente la ciudad de Gaza y extender el control de Israel sobre toda la franja, en una escalada que Naciones Unidas advierte podría tener “consecuencias catastróficas”.
El gabinete de seguridad israelí aprobó el viernes un plan de cinco puntos: desarmar a Hamás, liberar a los rehenes, desmilitarizar el enclave, asumir el control de la seguridad y crear una administración civil que no dependa ni de Hamás ni de la Autoridad Palestina. Para muchos, es una fórmula que sacrifica vidas civiles y rehenes a cambio de una victoria política para un líder debilitado por la presión interna.
“Somos más de 350 soldados que hemos servido en este conflicto y nos negamos a seguir participando en la guerra política de Netanyahu”, dijo uno de los manifestantes. Entre la multitud, los familiares de secuestrados advertían que ampliar los combates “pone en peligro a los rehenes y a los soldados” y acusaban al gobierno de convertirlos en moneda de cambio.
La protesta en un país en guerra
Tel Aviv, Haifa y Jerusalén fueron escenario de marchas masivas que sumaron más de 100.000 personas, según los organizadores. Las encuestas reflejan que la mayoría de israelíes quiere el fin inmediato de la ofensiva para rescatar a los cerca de 50 rehenes que siguen en Gaza, de los cuales apenas una veintena estaría con vida.
La ciudad de Gaza, con un millón de habitantes antes de la guerra, es ahora el objetivo central de la ofensiva. Israel inició sus operaciones militares tras el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, que dejó unas 1.200 víctimas en territorio israelí y 251 secuestrados. Desde entonces, más de 61.300 palestinos han muerto, según el Ministerio de Salud de Gaza, en un escenario que organizaciones de derechos humanos describen como una crisis humanitaria “sin precedentes”.
Críticas crecientes a la ONU y Estados Unidos
Pese a las advertencias, la comunidad internacional se muestra incapaz —o poco dispuesta— a frenar la ofensiva. La ONU ha condenado verbalmente el plan, pero sus críticos la acusan de inacción, limitándose a pronunciamientos simbólicos mientras la operación avanza.
Estados Unidos, principal proveedor de armas de Israel, insiste en respaldar su “derecho a defenderse” y pide “minimizar víctimas civiles”, una fórmula que, según ONGs humanitarias, equivale a “patrocinar la guerra mientras se lava la conciencia con llamados a la moderación”.
En la ONU, el Consejo de Seguridad se reunirá de urgencia este domingo, pero sin expectativas de una resolución vinculante debido a los vetos previsibles de Washington.
Un final incierto
Netanyahu asegura que no pretende “ocupar Gaza” sino “liberarla de Hamás” y que, eventualmente, el territorio podría ser administrado por “fuerzas árabes”. Sin embargo, no existe un plan claro de transición ni una estrategia que garantice la seguridad de los rehenes.
Mientras los combates se intensifican, las protestas revelan una fractura dentro de la sociedad israelí: un sector cada vez más amplio está dispuesto a desafiar la narrativa oficial y a exigir que la guerra termine, incluso si eso significa confrontar directamente a un gobierno decidido a prolongarla.