
Redacción Judicial
El nombre de Juan José Marín Saldarriaga apenas aparecía en los expedientes judiciales y en investigaciones de inteligencia, pero nunca en los reflectores mediáticos. Sin embargo, este jueves su vida terminó violentamente en Medellín, cuando fue acribillado a plena luz del día, en un ataque que la Fiscalía ya investiga como un “ajuste de cuentas” en la guerra silenciosa entre clanes narcotraficantes.
Marín Saldarriaga, de 57 años, era considerado por los organismos de seguridad un “capo invisible”: un hombre que no exhibía lujos, que evitaba los circuitos de ostentación y que había logrado durante décadas moverse en la sombra del negocio. Su poder, según fuentes de inteligencia, radicaba en los nexos directos con carteles de México y Centroamérica, a quienes garantizaba el envío de cargamentos de cocaína desde Antioquia y el Pacífico colombiano.
El crimen ocurrió en el barrio Laureles, cuando dos sicarios en motocicleta interceptaron la camioneta blindada en la que se transportaba. Pese a las medidas de seguridad, recibió más de diez impactos de bala. Las autoridades señalaron que el ataque fue ejecutado con armas de largo alcance y planeado con información precisa sobre sus movimientos.
Investigadores consultados por este portal aseguran que Marín Saldarriaga había escalado en las estructuras criminales tras la caída de capos históricos como “Don Berna” y que en la última década se convirtió en pieza clave en las rutas hacia EE. UU. y Europa. Aunque nunca fue capturado ni enfrentó procesos judiciales visibles, estaba incluido en varios informes de la DEA y de la inteligencia militar colombiana.
La Fiscalía y la Policía Nacional reforzaron los operativos en Medellín para prevenir una escalada de retaliaciones. El asesinato, sin embargo, revive los temores de una recomposición violenta en el bajo mundo, donde viejas alianzas se fracturan y nuevos actores buscan ocupar el espacio dejado por capos que, como Marín, nunca llegaron a los titulares hasta que la sangre corrió en las calles.
El expediente ahora se centra en establecer si el crimen fue ordenado desde estructuras locales rivales o si responde a presiones de carteles internacionales que habrían perdido cargamentos en las últimas semanas.