
En los pasillos de la Casa de Nariño el ambiente no es de victoria sino de ajuste de cuentas. La elección de Carlos Camargo como nuevo magistrado de la Corte Constitucional no solo dejó herido al gobierno de Gustavo Petro en su propósito de instalar a María Patricia Balanta Medina en ese estrado, sino que también desató un remezón ministerial que parece más castigo político que renovación técnica.
La instrucción fue clara: por orden presidencial, la directora del Departamento Administrativo de la Presidencia (Dapre), Angie Rodríguez, pidió la renuncia de tres ministros: Antonio Sanguino (Trabajo), Diana Morales (Comercio) y Julián Molina (TIC). La decisión, confirmada a Caracol Radio, parece tener menos que ver con su gestión en las carteras y más con el voto de sus partidos políticos en el Congreso frente a la elección de Camargo.
El telón de fondo: un voto que dolió
El gobierno había apostado todo a la elección de Balanta, su ficha para reemplazar a José Fernando Reyes Cuartas. La derrota no solo sorprendió sino que dejó en evidencia la fragilidad de la coalición oficialista. En Palacio nadie cree que la elección de Camargo fue solo un revés institucional: se lee como una traición política.
La pregunta inevitable es si estos ministros fueron sacrificados por lo que hicieron —o por lo que no pudieron evitar que sus partidos hicieran.
Antonio Sanguino: el verde que no contuvo a los verdes
Sanguino, del Partido Verde, es un ministro que llegó como cuota de una colectividad que en teoría coquetea con el progresismo, pero que se ha mostrado dividida en cada votación crucial. Su salida envía un mensaje a esa bancada: la lealtad no se mide en discursos sino en votos contados en las urnas del Congreso. Que el Verde se haya alineado —al menos parcialmente— con Camargo bastó para que el ministro se convirtiera en un fusible quemado.
Diana Morales: el liberalismo en su laberinto
El Partido Liberal, bajo el mando de César Gaviria, ha jugado siempre a dos bandas: oficialismo cuando conviene, oposición cuando es rentable. Morales, ministra de Comercio, representa a esa cuota liberal en el gabinete. Que su partido respaldara la elección de Camargo fue visto como una afrenta directa. En términos de Palacio, Morales pagó por un pecado que ni siquiera cometió directamente, pero que refleja el divorcio entre el liberalismo y el proyecto de Petro.
Julián Molina: la U que nunca fue de confianza
El Partido de la U ha sido, desde sus orígenes, una colectividad de equilibrios inestables, capaz de negociar con cualquier gobierno. Molina, en el Ministerio de TIC, era su representante en la mesa del Ejecutivo. Con el voto de su bancada a favor de Camargo, su permanencia quedó insostenible. La señal es evidente: Petro no quiere ministros que representen partidos que juegan al doble discurso.
Más que ministros, símbolos
Lo interesante de este remezón no es quiénes se van, sino lo que significa que se vayan. Los tres representan partidos que fueron clave en la gobernabilidad de Petro durante sus primeros meses, pero que ya no garantizan fidelidad en las batallas decisivas. El mensaje a la coalición es de advertencia: quien no respalde al gobierno en escenarios estratégicos, pierde su asiento en la mesa chica.
¿Y ahora qué?
Los reemplazos de Sanguino, Morales y Molina dirán mucho sobre la estrategia de Petro en lo que resta de su mandato. ¿Buscará técnicos sin filiación partidista para blindar su gabinete? ¿O se inclinará por reforzar la influencia de sectores más cercanos a su círculo personal y político?
Por lo pronto, lo que se observa es un presidente dispuesto a pagar el costo de quedarse sin aliados tradicionales con tal de mostrar firmeza. La derrota en la Corte Constitucional duele, pero la lección es aún más clara: en el ajedrez de la política, los ministros son piezas de recambio; lo que no se perdona es la traición de los votos.