
Madrid, 19 de junio de 2025 — La sesión de control al Gobierno celebrada este miércoles en el Congreso de los Diputados se convirtió en un campo de batalla político. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, protagonizaron un cruce de acusaciones de corrupción que dejó al hemiciclo sumido en el caos y a la ciudadanía con una sensación creciente de desafección institucional.
El enfrentamiento se produjo tras la reciente implicación de Santos Cerdán, exsecretario de Organización del PSOE, en una presunta trama de comisiones ilegales. Sánchez, que la semana pasada adoptó un tono conciliador, optó esta vez por una estrategia ofensiva, acusando al Partido Popular de ser una “enciclopedia de la corrupción” y recordando casos como Gürtel y Kitchen.
Feijóo, por su parte, exigió la dimisión del presidente, al que calificó como “el lobo de una manada corrupta”, y lo acusó de encubrir a sus colaboradores. La tensión escaló cuando los diputados del PP golpearon sus escaños al grito de “¡Dimisión!” mientras Vox abandonaba el hemiciclo en señal de protesta.
Análisis político: ¿qué está en juego?
Expertos en ciencia política advierten que este tipo de enfrentamientos públicos no solo erosionan la imagen de los líderes implicados, sino que también dañan la credibilidad del sistema democrático. La politóloga Marta Llorente, de la Universidad Autónoma de Madrid, señala que “la crispación parlamentaria constante transmite a la ciudadanía la idea de que el Congreso es un espacio de confrontación estéril, no de soluciones”.
Por su parte, el analista institucional Iñaki Roldán advierte que “cuando los líderes políticos se acusan mutuamente de corrupción sin aportar pruebas concluyentes en sede parlamentaria, se normaliza la desconfianza y se debilita la legitimidad de las instituciones”.
Impacto en la imagen internacional de España
El episodio ha tenido eco en medios internacionales, especialmente por coincidir con la participación de Sánchez en la 34ª cumbre de la Liga Árabe en Bagdad. La contradicción entre su discurso diplomático en el exterior y el caos político en casa ha sido interpretada por algunos observadores como una señal de inestabilidad interna.
Conclusión
El Congreso, que debería ser el espacio por excelencia del debate democrático, se ha convertido en escenario de una batalla verbal que deja heridas difíciles de cerrar. Mientras tanto, la ciudadanía observa con escepticismo cómo la política se aleja del diálogo y se acerca peligrosamente al espectáculo.