
Liberalismo y conservatismo: entre la irrelevancia y el descrédito
Por Unidad Investigativa – GMTV Productora Internacional
En los tres años del gobierno de Gustavo Petro, el Congreso colombiano se ha convertido en un escenario de tensiones permanentes entre el proyecto de cambio que impulsa el Ejecutivo y la resistencia de las bancadas tradicionales. En el centro de esa confrontación aparecen dos colectividades históricas: el Partido Liberal y el Partido Conservador.
Con más de un siglo de vida política, estas fuerzas alguna vez marcaron la dirección del país. Hoy, en cambio, parecen reducidas a cálculos de coyuntura, cuotas burocráticas y alianzas de ocasión. Su papel en el actual Congreso evidencia una crisis profunda: poca producción legislativa, múltiples escándalos de corrupción y liderazgos desgastados que hipotecan sus posibilidades hacia 2026.
Aportes legislativos: números que no convencen
El balance de su gestión parlamentaria es elocuente. Entre 2022 y 2025, el Partido Liberal radicó 58 proyectos de ley, de los cuales apenas 5 fueron sancionados como ley. Los conservadores presentaron 47 proyectos, con solo 3 aprobados en su totalidad.
En contraste, su verdadera influencia estuvo en frenar las iniciativas del gobierno: hundieron la reforma a la salud, se resistieron a la reforma laboral y dilataron el debate de la reforma pensional.
“Liberalismo y conservatismo son hoy partidos de control negativo. No ofrecen una visión de futuro, pero saben bloquear al adversario”, explica la politóloga Natalia Cárdenas, profesora de la Universidad de los Andes.
Presidentes del Congreso en la mira
Los escándalos no han dado tregua en la cúpula legislativa.
* Iván Name, presidente del Senado en 2023 y Andrés Calle, presidente de la Cámara por el liberalismo , es decir expresidentes del Congreso, fueron llamados a juicio por el escándalo de la UNGRD señalados de favorecer intereses de contratistas cercanos a clanes políticos de la Costa. Aunque no ha sido imputado, su gestión quedó marcada por la opacidad. Calle, además, enfrenta investigaciones en Córdoba por contratos irregulares. Sin condena aún, pero con una imagen pública seriamente deteriorada.
* Efraín Cepeda, expresidente del Senado y barón conservador, es acusado de maniobrar para bloquear las reformas de Petro con el fin de debilitarlo políticamente. Su nombre aparece en expedientes sobre tráfico de influencias.
A esto se suman figuras como Arturo Char, enredado en procesos por compra de votos y concierto para delinquir, que, aunque pertenece a Cambio Radical, mantiene lazos históricos con los conservadores.
Viejos jefes, nuevas derrotas
El panorama se agrava con la presencia de expresidentes de la República como César Gaviria y Andrés Pastrana, que todavía ejercen como jefes naturales de sus partidos.
Gaviria ha convertido el liberalismo en un feudo personal, negociando apoyos a cambio de cuotas burocráticas. Sus detractores lo acusan de hipotecar al partido en ministerios y entidades sin ninguna visión ideológica.
Pastrana, en cambio, ha optado por un discurso radical contra Petro, pero tan desfasado que ni siquiera logra cohesionar a la base conservadora. Sus apariciones públicas se sienten más como gestos de nostalgia que como proyectos de futuro. Tiene investigaciones pendientes por sus nexos con el pedófilo Epstein y vuelos a la “isla de la fantasía” propiedad de este ultimo
“Ambos representan lo peor de la política de caudillos reciclados. Más que líderes, son símbolos de desgaste”, señala el analista constitucional Andrés Hoyos.
Entre oposición y oportunismo
Liberales y conservadores han jugado al vaivén de la coyuntura. Apoyan al gobierno en la elección de mesas directivas para obtener beneficios, pero se alinean con la oposición en los debates estructurales. Esa ambivalencia los ha convertido en partidos grises: demasiado opositores para ser aliados confiables, demasiado cercanos para ser una oposición clara.
El resultado: un electorado cada vez más distante. Las encuestas los ubican con menos de un dígito en intención de voto, superados por fuerzas alternativas y por los bloques de derecha que buscan reagruparse.
Elecciones 2026: ¿renovación o epitafio?
De cara a 2026, las posibilidades de que estas colectividades recuperen protagonismo son mínimas si no emprenden una renovación drástica. Con Gaviria y Pastrana como referentes, su futuro parece más cercano al epitafio que a la reinvención.
“Si el liberalismo y el conservatismo insisten en liderazgos caducos y alianzas turbias, su lugar en el Congreso será residual. La política colombiana se encamina hacia un escenario donde los partidos tradicionales pueden quedar reducidos a espectadores”, advierte Claudia López Mejía, investigadora en sistemas de partidos.
Conclusión: la lenta agonía de dos gigantes
En tres años, liberales y conservadores no han logrado articular una oposición responsable ni acompañar con seriedad las reformas sociales. Sus aportes legislativos son mínimos frente a sus escándalos, y su rol se reduce a bloquear al adversario más que a ofrecer alternativas.
Lo que alguna vez fueron pilares del sistema bipartidista hoy se asemeja más a estructuras agotadas, sostenidas por la inercia y el clientelismo. Su verdadera prueba llegará en 2026, cuando deban medirse en las urnas con fuerzas emergentes que capitalizan el descontento ciudadano. En la tercera entrega de esta investigación analizaremos cómo la oposición de la centro – derecha buscara capitalizar el desgaste de Petro y de los partidos tradicionales, con miras a un eventual triunfo en las urnas en el periodo 2026-2030.