
Por: Redacción gobierno y paz
El gobierno de Gustavo Petro, el primero de tendencia progresista en Colombia, ha propuesto su ambiciosa política de “paz total” con el objetivo de poner fin a décadas de conflicto armado. Sin embargo, esta iniciativa enfrenta grandes obstáculos, ya que las principales guerrillas, como el ELN y las disidencias de las FARC, han mostrado resistencia a sentarse en la mesa de negociación. La situación se agrava por la influencia del narcotráfico, las dinámicas territoriales con grupos paramilitares y los recientes atentados en plena Semana Santa, dejando un panorama complejo para la construcción de la paz.
Un gobierno diferente, pero desafíos comunes
Petro, exguerrillero del M-19, representa un cambio histórico en el liderazgo colombiano, lo que en teoría podría haber facilitado un diálogo con los grupos armados. Sin embargo, esta ventaja simbólica se ha visto empañada por la desconfianza histórica de las guerrillas hacia el cumplimiento de acuerdos por parte del Estado. Además, las demandas de estas organizaciones, como cambios estructurales profundos en el sistema político y económico, no siempre coinciden con las propuestas del gobierno.
La influencia del narcotráfico
El narcotráfico se ha convertido en un eje central del conflicto armado en la actualidad. Las guerrillas, como el ELN y las disidencias de las FARC, controlan cultivos de coca, laboratorios y rutas de tráfico como una fuente vital de financiación. En paralelo, los grupos paramilitares, ahora conocidos como bandas criminales (bacrim), compiten por el control de estos territorios. En regiones como el Catatumbo y el Cauca, estas dinámicas generan alianzas y enfrentamientos entre guerrillas y paramilitares, exacerbando la violencia y complicando cualquier intento de diálogo.
Los atentados en Semana Santa

Durante la Semana Santa, Colombia vivió una escalada de violencia que dejó varios muertos y decenas de heridos en regiones como Cauca, Valle del Cauca y Huila. Los ataques, atribuidos a disidencias de las FARC y otros grupos armados, incluyeron el uso de motobombas y explosivos en zonas urbanas. En respuesta, el presidente Gustavo Petro emitió un mensaje contundente, criticando el “camino de la crucifixión” elegido por los grupos armados y reafirmando su apuesta por la “paz total” como una alternativa al fracaso de la guerra. Petro también ordenó medidas militares más estrictas para enfrentar a los responsables de estos actos.
Falta de cohesión interna
Otro desafío radica en la falta de cohesión dentro de las mismas guerrillas. Las disidencias de las FARC, por ejemplo, no tienen un liderazgo unificado, lo que dificulta las negociaciones. Además, el narcotráfico no solo alimenta la guerra, sino que también fragmenta a los actores armados al priorizar intereses económicos por encima de ideologías políticas.
La paz y el país siguen en veremos
A pesar de las buenas intenciones del gobierno de Petro, la “paz total” enfrenta barreras significativas. Las guerrillas, ahora más involucradas en economías ilícitas y con agendas diversificadas, ven en el Estado no solo un opositor militar, sino también un obstáculo para sus redes de financiación. A esto se suma la percepción de que negociar con un exguerrillero como Petro podría poner en peligro su influencia territorial o ideológica, especialmente en las regiones donde el narcotráfico domina.
Además, el contexto histórico colombiano demuestra que la paz no solo depende de acuerdos entre el gobierno y los grupos armados. Requiere una transformación estructural en el país que aborde la desigualdad, la exclusión social y la falta de oportunidades económicas en las zonas rurales, donde estos conflictos se gestan y persisten.
El gobierno de Gustavo Petro tiene una oportunidad única para redefinir la estrategia de paz en Colombia. Sin embargo, lograrlo requiere superar la desconfianza histórica, desmantelar las economías ilícitas que financian la guerra y garantizar que los acuerdos sean implementados plenamente. La “paz total” es una meta ambiciosa, pero el camino hacia su consecución está plagado de retos que demandan voluntad política, creatividad e inclusión.