
Redacción Clima y Medioambiente
Más de 8.000 personas han tenido que abandonar sus hogares en el noroeste de España debido a una oleada de incendios forestales que ya ha destruido miles de hectáreas y amenaza con intensificarse por las condiciones meteorológicas previstas para los próximos días.
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, confirmó que España activó el mecanismo europeo de protección civil para solicitar el envío de dos aviones Canadair —capaces de transportar 5.000 litros de agua cada uno— con el objetivo de reforzar las labores de extinción. “La solicitud responde a razones de previsión meteorológica, no de urgencia inmediata”, explicó en declaraciones a la radio Cadena Ser, aunque advirtió que la situación podría empeorar debido a la persistencia de la ola de calor y a las fuertes ráfagas de viento.
Las regiones más afectadas son Galicia y Castilla y León. En la provincia de Ourense, un incendio fuera de control en Chandrexa de Queixa ya ha calcinado más de 11.500 hectáreas. En Castilla y León, siete personas resultaron heridas, cuatro de ellas en estado crítico, y un voluntario de 35 años perdió la vida combatiendo las llamas.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, expresó su solidaridad y destacó que “la flota de bomberos rescEU ya está movilizada en varios puntos de Europa, incluyendo España”. A esta ayuda se sumó un contingente de 20 bomberos neerlandeses, inicialmente desplazados para entrenamiento, que ahora colaboran en las tareas de extinción.
El impacto de las altas temperaturas no se limita a España. En la vecina Portugal, más de 2.200 bomberos combaten cinco incendios activos en el norte y el centro del país. Las autoridades portuguesas prolongaron las medidas preventivas hasta el viernes, día que, según el presidente Marcelo Rebelo de Sousa, será “especialmente preocupante” por las condiciones extremas.
Los incendios forestales en la península ibérica, cada vez más frecuentes y agresivos, se ven potenciados por patrones climáticos asociados al cambio climático, como olas de calor prolongadas, sequías recurrentes y vientos intensos. Expertos advierten que, sin políticas más ambiciosas de prevención y gestión forestal, estos episodios podrían convertirse en una constante durante los veranos europeos.