
Redacción Política
Lo que parecía un episodio anecdótico en el Congreso Empresarial de la ANDI en Cartagena terminó convertido en un boomerang político contra el sector privado. El exalcalde de Medellín, Daniel Quintero, denunció que una empresaria intentó apropiarse de su celular luego de que él irrumpiera en el auditorio con una bandera de Palestina, en medio de la intervención del presidente de la asociación, Bruce Mac Master.
La escena fue registrada en video: mientras Quintero era retirado por la seguridad, su teléfono cayó al piso y una asistente del evento lo recogió, guardándolo rápidamente entre sus pertenencias. La grabación permitió recuperar el dispositivo y frustrar lo que, en otros contextos, habría terminado catalogado como un simple robo.
La paradoja no tardó en convertirse en tendencia en redes sociales: si en el encuentro estaban los representantes de las empresas más poderosas del país —los mismos que se presentan como los adalides de la transparencia y el progreso—, ¿cómo explicar que una de sus invitadas intentara quedarse con lo ajeno a plena luz del día?
Más allá del chisme, el episodio tiene aristas legales. Fuentes cercanas a Quintero confirmaron que evalúa presentar una denuncia penal en la Fiscalía contra la empresaria. De prosperar, el caso no solo pondría a prueba el discurso anticorrupción que el empresariado repite en sus foros, sino que abriría un debate sobre la ética de quienes hoy critican ferozmente a la política, mientras callan ante comportamientos cuestionables en sus propias filas.
En declaraciones posteriores, Bruce Mac Master trató de restar importancia al hecho, asegurando que se trató de un “malentendido desafortunado” y que no debe empañar el espíritu del congreso. Sin embargo, la imagen ya está instalada: el empresariado que suele señalar con el dedo a los políticos por sus excesos terminó con un episodio bochornoso en sus propias narices.
El incidente también dejó un sabor incómodo entre los asistentes. Lo que iba a ser la vitrina de unidad y poder del sector privado, terminó opacado por la pregunta de fondo: ¿hasta qué punto los grandes gremios representan un modelo empresarial ético, si en sus propios auditorios se dan conductas que en la calle llaman, con toda franqueza, un robo?
En política, como en los negocios, las imágenes pesan más que las palabras. Y la de este congreso no será la foto del empresariado hablando de competitividad, sino la de un teléfono que casi termina en las manos equivocadas.