
La audiencia de conciliación que la Corte Suprema de Justicia citó entre el ministro del Interior, Armando Benedetti, y seis congresistas mujeres terminó en un portazo sin acuerdo. Pero lo que realmente quedó en evidencia no fue la falta de diálogo, sino la fragilidad de un señalamiento que, hasta hoy, carece de sustento.
Las congresistas Carolina Giraldo, Catherine Juvinao, Marlene Castillo, Katherine Miranda, Julia Miranda y Linna Garrido se han mantenido firmes en calificarlo como “agresor de mujeres”, una etiqueta tan fuerte como peligrosa. Sin embargo, el propio Benedetti lo resumió con una frase que retumba más allá de los muros judiciales:
“Me tratan de agresor de mujeres y no hay ningún hecho, no hay ninguna prueba, no existe nada de eso”.
La contundencia de sus palabras deja claro que hasta ahora no hay evidencia que respalde la acusación. Ni documentos, ni imágenes, ni testimonios sólidos. Solo un relato construido bajo el argumento del control político y la defensa de la mujer.
¿Control político o discurso vacío?
Las congresistas sostienen que cuestionar al ministro hace parte de su labor de vigilancia institucional. Carolina Giraldo lo expresó así:
“Esto hace parte de nuestra tarea como congresistas. Opinamos, criticamos y ejercemos control político”.
El argumento suena legítimo, pero abre un debate profundo: ¿hasta dónde puede llegar la crítica política sin pruebas? Y más aún, ¿qué ocurre cuando se utiliza el discurso de género como arma en un campo de batalla partidista?
La representante Catherine Juvinao fue más allá y acusó al ministro de usar la justicia como un mecanismo para silenciarlas:
“Rechazamos categóricamente que esté instrumentalizando la justicia para acosar, hostigar e intimidar a las mujeres congresistas”.
Sin embargo, el giro paradójico es evidente: el ministro se defiende precisamente de ser acusado sin pruebas, una práctica que, si se normaliza, no solo debilita la causa de la protección a las mujeres, sino que erosiona la confianza ciudadana en el control político.
El error de banalizar el género
Usar la bandera del género como escudo para lanzar acusaciones sin sustento es un terreno delicado. Cuando se abusa de este discurso, se corre el riesgo de vaciar de contenido una lucha histórica y necesaria.
El caso de Benedetti puede convertirse en un precedente incómodo: si la Corte encuentra que las congresistas actuaron de manera ligera o irresponsable, el golpe no será solo para su imagen política, sino para la credibilidad de todas las causas relacionadas con la defensa de la mujer en el Congreso.
Porque sí, acusar sin pruebas no solo daña al señalado. También daña a quienes realmente necesitan protección y respaldo en casos de violencia de género.
Las consecuencias políticas para ellas
¿Qué pasará si las congresistas son declaradas responsables de injuria y calumnia?
- Golpe a su credibilidad: pasarían de ser “voces de denuncia” a “difusoras de acusaciones sin sustento”.
- Costo político en 2026: los votantes podrían cuestionar si su agenda es realmente defender derechos o fabricar relatos.
- Efecto dominó en el Congreso: otros parlamentarios pensarán dos veces antes de usar la etiqueta de “agresor” sin pruebas sólidas.
El ministro y su victoria silenciosa
Más allá de los estrados, Benedetti ya ganó una batalla: instaló la duda sobre el uso político del discurso de género. Al recordarle al país que no existe un solo hecho probado que lo incrimine, se ubicó en un terreno inesperado: el del hombre que enfrenta una narrativa fabricada.
El desenlace judicial todavía está en manos de la Corte, pero la opinión pública ya percibe un mensaje fuerte: acusar a un hombre de maltrato sin pruebas puede ser tan destructivo para la justicia como el propio maltrato que se pretende denunciar.
Confidencial político: En este caso, el tiempo y las pruebas —o la ausencia de ellas— serán los verdaderos jueces. Y si las congresistas pierden, quedará una lección dura para la política colombiana: el discurso de género no es un juguete retórico; es una responsabilidad histórica que no puede usarse como munición barata.