
Redacción MUNDO
Mientras el mundo observa con creciente indignación, la ofensiva israelí sobre Gaza ha dejado más de 58.000 palestinos muertos, en su mayoría mujeres, niños y civiles desarmados. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han sido acusadas por organismos internacionales de ejecutar bombardeos indiscriminados, destruir hospitales, escuelas y zonas residenciales, y utilizar el hambre como arma de guerra. La relatora especial de la ONU, Francesca Albanese, ha calificado estas acciones como actos genocidas, señalando una intención sistemática de hacer inhabitable la Franja.
Uno de los episodios más recientes y atroces ocurrió cuando el ejército israelí mató este sábado 19 de julio a 32 palestinos e hirió a más de 80 en el norte de Rafah (sur de Gaza), las tropas abrieron fuego contra una muchedumbre que aguardaba el reparto de alimento cerca de dos puntos militarizados de distribución respaldados por EE. UU., de acuerdo con una fuente médica. Este ataque se suma a una serie de masacres similares que han convertido la búsqueda de comida en una trampa mortal para los gazatíes. Según la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, más de 798 personas han muerto desde mayo en o cerca de estos puntos de ayuda, víctimas de disparos o bombardeos israelíes.
A nivel político, el gobierno de Netanyahu ha entrado en una crisis de gobernabilidad. Esta semana, dos partidos ultraortodoxos —Shas y Judaísmo Unido de la Torá— abandonaron la coalición oficialista, dejando al primer ministro con solo 50 de los 120 escaños en el Parlamento. La ruptura se produjo por el fracaso en aprobar una ley que exime del servicio militar obligatorio a los estudiantes religiosos, una demanda histórica de estos sectores. Aunque Shas ha declarado que no saboteará la coalición desde fuera, la pérdida de mayoría parlamentaria deja a Netanyahu en una posición frágil y dependiente de aliados de ultraderecha, que se oponen a cualquier alto el fuego.
El receso legislativo de verano le da a Netanyahu unos meses de maniobra, pero la presión internacional y las divisiones internas podrían forzar elecciones anticipadas o una reconfiguración del poder. La oposición, liderada por Yair Lapid, ya ha exigido la convocatoria de comicios, argumentando que un gobierno minoritario no puede seguir enviando soldados al campo de batalla ni sostener una guerra que ha desangrado a Gaza y fracturado a Israel.
Este respaldo militar y diplomático de Estados Unidos, que ha ignorado resoluciones del Consejo de Seguridad y sancionado a investigadores de la ONU, ha provocado una ola de protestas globales. En Jerusalén, decenas de miles de israelíes han salido a las calles acusando a Netanyahu de sacrificar rehenes y destruir la democracia. En ciudades de Europa, América Latina y Medio Oriente, manifestantes han exigido sanciones contra Israel y el fin de la impunidad.
La ONU, por su parte, enfrenta una crisis de legitimidad. Mientras algunos de sus expertos denuncian el genocidio, otros organismos han sido presionados o silenciados por potencias aliadas de Israel. La Corte Internacional de Justicia ha admitido la demanda de Sudáfrica contra Israel, reconociendo el “derecho plausible” de los palestinos a ser protegidos del genocidio.