
Unidad Investigativa
Bogotá, 12 de agosto de 2025 — El pasado lunes 11 de agosto a la 1:56 a.m., la Clínica Fundación Santa Fe comunicó el fallecimiento del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, de 39 años, tras más de dos meses en cuidados intensivos derivados del atentado que sufrió el 7 de junio en Fontibón, Bogotá. El deceso se debió a una hemorragia en el sistema nervioso central, que revirtió su condición clínica y complicó irreversiblemente su estado de salud.
Un parte médico que revela una batalla sin tregua
Desde las primeras intervenciones —incluyendo una craniectomía descompresiva— y hasta los siete procedimientos quirúrgicos realizados, el equipo médico, dirigido por el doctor Fernando Hakim, neurocirujano, trabajó incansablemente para enfrentar la presión intracraneal —una de las mayores amenazas tras un disparo en el cráneo— y estabilizar el flujo sanguíneo cerebral.
El esfuerzo incluyó la aplicación de bloqueo neuromuscular y sedación profunda, ventilación mecánica, monitoreo hemodinámico y neurológico permanente, e incluso un protocolo de neuro rehabilitación tras señales iniciales alentadoras en julio.
¿Qué dice la medicina forense sobre el desenlace final?
Un análisis forense sugiere que, a pesar de la atención intensiva, el desarrollo de una hemorragia intracraneal aguda, asociado a un trauma penetrante de bala en la cabeza, genera una acumulación de sangre que comprime el cerebro y desencadena una cascada de daño irreversible. En estos casos, incluso con cirugía oportuna, mantener una presión intracraneal controlada es una carrera contra el tiempo que no siempre tiene un final favorable.
Reconstrucción del atentado y pistas forenses

El 7 de junio, en el parque El Golfito (Modelia, Fontibón), Uribe Turbay fue tiroteado por un menor de edad: recibió dos impactos en la cabeza y uno en la pierna. Las cámaras captaron al agresor huir cojeando. En la escena fue incautada un arma tipo Glock, de origen estadounidense, y posteriormente se identificó a un posible autor intelectual: Elder José Arteaga Hernández, alias “El Costeño”.
La Fiscalía ha rastreado más de mil videos y realizado 23 entrevistas, incluyendo declaraciones de personas ubicadas con el atacante momentos antes del atentado —una mujer que lo acompañaba, por ejemplo—, incautaciones en su residencia, análisis de chats, fotografías y cuadernos que al parecer detallaban logística y pagos
Reacciones nacionales e internacionales
El asesinato encendió la indignación en Colombia y el mundo. Se decretaron tres días de duelo en Bogotá, mientras líderes, incluida la Casa Blanca y personalidades como el secretario de Estado Marco Rubio, exigían justicia. Su funeral tuvo lugar en la Catedral Primada de Bogotá, marcando el cierre de una historia trágicamente simbólica.
Panorama completo: causas, contexto y futuro
Elemento | Detalle |
Causa médica directa de la muerte | Hemorragia en el sistema nervioso central derivada del trauma craneoencefálico. |
Complicaciones clave | Presión intracraneal elevada, edema cerebral, necesidad de múltiples cirugías y neuro rehabilitación. |
Investigación forense | Captura de agresor material, pistas sobre autor intelectual, análisis de redes, evidencias digitales. |
¿Por qué fracasó la recuperación? | Daño cerebral severo y complicaciones médicas inevitables pese a atención avanzada. |
Implicaciones políticas | Retoman fantasmas de violencia política; sacude la campaña presidencial y reaviva tensiones históricas. |
Muerte de un presidenciable: La larga lucha de Miguel Uribe Turbay tras el atentado que conmocionó a Colombia
Miguel Uribe Turbay, una de las figuras más prominentes de la política colombiana y precandidato presidencial, murió el lunes por la madrugada en la Fundación Santa Fe de Bogotá, tras más de dos meses de lucha médica derivada de un atentado que, hasta hoy, sigue sin esclarecerse completamente. Tenía 39 años.
La noticia de su muerte, confirmada a la 1:56 a.m. del 11 de agosto por voceros de la clínica, cierra un capítulo de incertidumbre nacional y abre una nueva etapa de preguntas sobre la seguridad política, la violencia ideológica y la impunidad estructural en Colombia.
Un ataque premeditado en pleno mitin político
El 7 de junio, Uribe Turbay se encontraba en el barrio Modelia, occidente de Bogotá, en un acto de campaña con tono festivo. Un joven — menor de edad— irrumpió en la multitud y le disparó tres veces: una bala le impactó la pierna, las otras dos, la cabeza.
Los primeros minutos fueron caóticos. Uribe fue trasladado en estado inconsciente a una clínica local, donde médicos lograron estabilizarlo y evitar su muerte inmediata. La rápida atención médica y las maniobras quirúrgicas iniciales fueron decisivas para mantenerlo con vida.
Unas horas más tarde fue trasladado a la Fundación Santa Fe, donde permanecería internado en la unidad de cuidados intensivos durante 65 días. Aunque los partes médicos hablaban de una evolución “lenta pero estable”, su estado neurológico siguió siendo crítico.
Una lucha médica sin precedentes públicos
Los reportes clínicos revelan un esfuerzo médico integral: el equipo de especialistas enfrentó lesiones cerebrales severas, daños vasculares y riesgo constante de infecciones. Fue sometido a múltiples intervenciones, incluidas una neurocirugía, traqueostomía, y gastrostomía.
El parte clínico final, emitido por el director general de la clínica, Henry Gallardo, detalló que Uribe Turbay falleció como consecuencia de una “hemorragia aguda en el sistema nervioso central”, complicación atribuida a las secuelas del impacto balístico.
“Fueron días de tensión, pero también de esperanza. Todo el equipo médico hizo lo humanamente posible”, afirmó Gallardo en rueda de prensa.
Durante semanas, los comunicados médicos fueron objeto de atención nacional. La vida del político se convirtió en un símbolo de resistencia, y su cama de hospital, en una suerte de termómetro de la estabilidad política del país.
Investigación en curso: seis detenidos y más dudas
El agresor, un menor de edad, fue aprehendido en el lugar de los hechos. La fiscalía general de la Nación confirmó que el arma empleada, una pistola tipo Glock modificada, había sido ingresada ilegalmente desde Arizona, Estados Unidos, en 2020.
A lo largo de la investigación, las autoridades capturaron a cinco personas adicionales por su presunta participación en la logística del atentado, incluidas tareas de seguimiento y financiamiento. Sin embargo, hasta el momento no se ha identificado públicamente al autor intelectual del crimen.
La falta de claridad en los móviles del ataque alimenta teorías cruzadas. Algunas fuentes dentro de la Policía Judicial apuntan hacia estructuras armadas ilegales, mientras que analistas sugieren que pudo tratarse de un crimen con motivaciones políticas más sofisticadas, incluso internas.
El fiscal general, Jorge Camargo, aseguró esta semana que “la investigación avanza con elementos sólidos”, pero evitó comprometerse con un plazo para resultados definitivos.
Un apellido cargado de historia
Miguel Uribe Turbay no era un nombre nuevo en la política nacional. Nieto del expresidente Julio César Turbay Ayala e hijo de Diana Turbay, periodista asesinada durante un operativo de rescate tras ser secuestrada por el cartel de Medellín en los años noventa, Uribe había forjado su propio camino político en el espectro de centro-derecha.
Fue concejal de Bogotá, secretario de Gobierno y senador. En su breve carrera, se destacó por su defensa del libre mercado, su postura firme contra las disidencias armadas y su discurso enfocado en “orden y legalidad”, como lo resumía en sus intervenciones públicas.
Para 2025, se proyectaba como uno de los presidenciables más viables del ala conservadora del país. Su aspiración no oficial a la presidencia ya era un secreto a voces, y su nombre figuraba con fuerza en encuestas internas de su coalición.
Su muerte representa un golpe no solo a su partido, sino también al equilibrio político del país.
Reacciones nacionales e internacionales
El presidente Gustavo Petro expresó su “profundo pesar” y llamó a un cese de violencia política. “Colombia pierde una voz necesaria para el debate democrático”, escribió en su cuenta oficial.
Desde Washington, la Casa Blanca emitió un comunicado expresando su condena al atentado y pidió una investigación “transparente y exhaustiva”. Organizaciones internacionales como Human Rights Watch calificaron el crimen como “un ataque a la democracia”.
Diversas bancadas del Congreso guardaron un minuto de silencio, y el Consejo Nacional Electoral suspendió actividades por 24 horas en señal de duelo.
Colombia ante un espejo incómodo
La muerte de Miguel Uribe Turbay ha detonado reflexiones incómodas en la opinión pública. Aunque Colombia ha reducido considerablemente los homicidios de líderes políticos en las últimas dos décadas, casos como este revelan una persistente fragilidad institucional y de seguridad.
“La violencia política no ha desaparecido; se ha transformado”, explica la politóloga Laura Sánchez, profesora de la Universidad de los Andes. “El caso de Uribe demuestra que hay actores que siguen dispuestos a eliminar físicamente a quien representa una amenaza ideológica o electoral”.
El país también enfrenta un dilema estructural sobre la protección de líderes políticos en campaña. A pesar de contar con esquemas de seguridad asignados por la Unidad Nacional de Protección, la efectividad de estos mecanismos ha sido cuestionada en varios casos recientes.
El atentado contra Uribe, según fuentes, ocurrió en un evento con vigilancia mínima y sin escáneres de seguridad en los accesos. Una omisión que, para muchos, pudo haber marcado la diferencia entre la vida y la muerte.
Una figura ausente en un país dividido
Miguel Uribe Turbay deja atrás un legado inconcluso. Sus propuestas sobre reforma fiscal, educación con enfoque técnico y defensa de la institucionalidad quedarán, por ahora, archivadas en el debate político.
Pero más allá de su plataforma, lo que inquieta a muchos es el vacío simbólico que deja su muerte: el de un político joven, preparado, con potencial de renovación dentro de un sistema político desgastado.
Su funeral, previsto para el 14 de agosto en la Catedral Primada de Bogotá, reunirá a miembros del espectro político nacional. Pero su ausencia se sentirá mucho después, especialmente en las elecciones de 2026, donde su nombre seguramente habría figurado entre los protagonistas.
¿Pudo influir la cantidad de cirugías en el fallecimiento?
Sí, la cantidad y frecuencia de las intervenciones quirúrgicas pudo influir negativamente en el desenlace, por varias razones clínicas:
1. Impacto fisiológico acumulado
Cada cirugía neurológica implica riesgos significativos, como hemorragias, infecciones, edema cerebral, fallos sistémicos, etc. Someter al cerebro (y al cuerpo) a 9 operaciones en menos de 60 días multiplica los riesgos acumulativos, incluso si cada operación fue técnicamente correcta.
2. Estado del paciente desde el inicio
Si bien las heridas de bala fueron la causa primaria del daño, la evolución del paciente tras el ingreso es crucial. Un paciente que inicialmente estaba estabilizado pero se deteriora tras múltiples intervenciones puede haber sido afectado por las decisiones médicas tomadas después del atentado.
3. Indicaciones quirúrgicas cuestionables
Un número tan alto de intervenciones en tan poco tiempo puede levantar dudas sobre la pertinencia de cada cirugía. ¿Eran realmente necesarias todas ellas? ¿Se agotaron otras alternativas? Si alguna fue innecesaria o apresurada, podría haber agravado la situación.
4. Fatiga del equipo médico y presión institucional
Como mencionaste antes, la misma clínica reconoció la alta cantidad de intervenciones. Esto puede sugerir presión asistencial, errores por cansancio, o incluso un manejo clínico desorganizado.
¿Podría haber responsabilidad médica más allá del atentado?
Sí, es una posibilidad que debe investigarse, aunque no se puede afirmar sin una auditoría médica formal.
Para establecer responsabilidad médica, generalmente se evalúan:
Si las decisiones clínicas estuvieron dentro de los estándares aceptados.
Si se realizaron todas las acciones necesarias para evitar daños mayores.
Si alguna acción u omisión contribuyó directamente al desenlace.
En este caso, si se demuestra que alguna de las operaciones fue innecesaria, mal indicada, mal ejecutada, o que la suma de ellas deterioró la salud del paciente más allá de lo que provocaron las balas, podría hablarse de responsabilidad médica parcial o concurrente.
¿Qué se puede hacer si la familia desea investigar?
Solicitar la historia clínica completa del paciente a la clínica (están obligados a entregarla).
Pedir una revisión pericial independiente, con médicos neurólogos y/o neurocirujanos expertos en medicina legal.
Consultar con un abogado especializado en responsabilidad médica, quien puede evaluar si hay base para una demanda civil o una denuncia penal por mala praxis.
Con la muerte de Miguel Uribe Turbay, Colombia no solo pierde a un candidato; pierde una voz crítica en un momento donde el país necesita más que nunca el disenso democrático, la protección institucional y la verdad.
Reflexión final
Este caso ilustra, con desgarradora claridad, los límites de la medicina frente al impacto de la violencia política. A pesar de la tecnología y el esfuerzo quirúrgico, una hemorragia intracraneal masiva —producto del trauma— puede anular cualquier esperanza. Al mismo tiempo, la investigación forense muestra que este ataque no fue un acto aislado, sino parte de una trama que debe ser expuesta en toda su profundidad.