
Redacción MUNDO POLITICO
El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu recibió esta semana un golpe político que expone no solo la fragilidad de su gobierno, sino también el desgaste de la estrategia de respaldo ciego de Washington hacia su figura. La renuncia del partido ultraortodoxo Shas a la coalición de gobierno deja a Netanyahu con apenas 50 escaños en la Knéset (parlamento israelí), muy por debajo de la mayoría parlamentaria.
Aunque Shas —como antes lo hizo el también ultraortodoxo Judaísmo Unido por la Torá— anunció que no boicoteará directamente al gobierno desde la oposición, su salida representa un duro revés para el premier en un momento geopolítico y militar extremadamente delicado. Con el país sumido en una prolongada guerra en Gaza, crecientes divisiones internas y presión internacional por un alto el fuego, la estabilidad del gobierno de Netanyahu pende de un hilo.
La coalición se resquebraja: crisis interna en medio del desgaste militar
La ruptura se produce por el fracaso del gobierno en aprobar una nueva ley que otorgue amplias exenciones del servicio militar obligatorio a los judíos ultraortodoxos. Un tema históricamente divisivo en Israel, que ahora se ha convertido en una verdadera bomba política en plena guerra. La demanda de soldados ha crecido exponencialmente, los muertos en combate se cuentan por cientos, y cada privilegio otorgado a sectores religiosos es visto con creciente rechazo por la sociedad israelí laica y secular.
A pesar de que las renuncias no son inmediatas y Netanyahu aún puede negociar durante el receso parlamentario, lo cierto es que el margen de maniobra de su gobierno es cada vez más estrecho. El premier deberá ahora ceder aún más poder al bloque ultraderechista de su coalición, radicalizado, antipalestino y opuesto a cualquier intento de alto el fuego si Hamás no es derrotado por completo.
EE.UU. y Marco Rubio, sin retorno: apuesta estratégica que no da réditos
Este terremoto político no solo golpea a Netanyahu: deja también al descubierto el alto costo de la apuesta geopolítica de Estados Unidos y sus figuras más cercanas al primer ministro israelí. Uno de los más comprometidos ha sido el senador Marco Rubio, quien hace apenas semanas envió a su asesor y embajador designado en funciones para mostrar “respaldo irrestricto” a la gestión de Netanyahu y su estrategia militar en Gaza. Hoy, ese gesto parece vacío y contraproducente.
La retirada de Shas muestra que ni siquiera dentro de Israel el liderazgo de Netanyahu goza de legitimidad ni de cohesión. El “cheque en blanco” que ha recibido por parte de Washington —en forma de armamento, escudo diplomático y cobertura política— no ha servido para estabilizar su coalición ni para encaminar una solución real al conflicto con Palestina. Muy por el contrario: ha profundizado la radicalización interna y alejado cualquier salida negociada.
Rubio y otros aliados conservadores estadounidenses, al volcar todo su apoyo en un Netanyahu cada vez más impopular, están apostando a un líder debilitado cuya permanencia parece más una carga que un activo estratégico.
Otros puntos de análisis en perspectiva:
* Netanyahu sobrevive, pero no gobierna: con una mayoría erosionada, depende de aliados cada vez más extremistas.
* EE.UU. y su rol ambiguo: su respaldo militar sostiene la guerra, pero no asegura gobernabilidad ni legitimidad política.
* Marco Rubio, sin rédito diplomático: su respaldo directo al primer ministro israelí se traduce hoy en un capital político perdido.