
Redacción MUNDO
Bogotá/Washington D.C., julio de 2025 — La política internacional latinoamericana vivió un episodio de alto voltaje diplomático la semana pasada, tras revelarse que el presidente colombiano, Gustavo Petro, envió una carta al expresidente estadounidense Donald Trump. Esta misiva, fechada el 23 de junio, llegó en medio de investigaciones por un presunto intento de golpe de Estado contra Petro, en el que el mandatario colombiano ha señalado posible injerencia extranjera.
Una carta, varios mensajes
La carta, confirmada por el equipo de comunicaciones de la Presidencia, buscaba “bajar el tono” de la confrontación entre los dos líderes, luego de que Petro hiciera declaraciones en las que sugirió que sectores republicanos cercanos a Trump podrían estar involucrados en un plan de desestabilización. En ella, Petro reconoce que sus palabras fueron “innecesariamente duras” y expresa su voluntad de abrir canales de diálogo con Estados Unidos.
Además, propone una cumbre hemisférica entre la CELAC y Washington, como espacio para hablar de cooperación regional y evitar tensiones innecesarias. El gesto ha sido interpretado por analistas como un intento de Petro por desmarcarse de una narrativa beligerante y recuperar terreno diplomático en medio del ruido político interno.
¿Silencio en Washington?
A pesar de la intención conciliatoria, la respuesta desde Estados Unidos ha sido ambigua. La vocera de la Casa Blanca afirmó que “no tiene conocimiento” sobre si el expresidente Trump ha leído o siquiera recibido el documento. De momento, no hay confirmación oficial ni reacción pública por parte del expresidente, lo que mantiene en suspenso el resultado político del acercamiento.
En paralelo, miembros del partido de gobierno en Colombia enviaron una carta al Comité de Ética del Congreso estadounidense, solicitando que se investigue la supuesta participación de congresistas como Mario Díaz-Balart y María Elvira Salazar en acciones que podrían atentar contra la institucionalidad colombiana.
Un contexto delicado
La carta de Petro no solo se enmarca en un momento tenso para su gobierno, que enfrenta presiones internas por reformas estructurales y señalamientos de intentos golpistas, sino también en un panorama internacional donde la región se reacomoda en bloques ideológicos, alianzas estratégicas y discursos sobre soberanía.
La diplomacia latinoamericana se encuentra en un punto de inflexión: ¿podrá evitar caer en enfrentamientos cruzados entre las potencias del norte y los liderazgos regionales, o se consolidará una nueva arquitectura de diálogo basada en respeto, equilibrio y soberanía?
La misiva de Petro no cambia por sí sola el juego geopolítico, pero sí evidencia el grado de tensión y la necesidad de que la política exterior latinoamericana mantenga puentes abiertos incluso cuando los desacuerdos parezcan irreconciliables. El mundo observa.